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SOBRE KAYACS Y GENERO

21 May 10 - 12:14

Hace unos meses en Kauai (isla de Hawaii) cuando mi esposa y yo estábamos remontando un río en un grupo de kayacs para dos personas, entablamos una conversación con el guía, un samoano fornido, lleno de gracia y energía. La conversación derivó en el tema de las parejas -él estaba comprometido y próximo a casarse- y cómo se comportan cuando comparten un kayac doble. En una explosión entusiasta de filosofía cotidiana y, dando por sentado que la experiencia de navegar en kayac refleja la forma en que las parejas se conducen en la vida, se preguntaba cómo hacen las parejas para permanecer juntas. Algunas parejas, por cierto, disfrutaban de la belleza que brinda el paseo en kayac por ríos entreverados en forestas tropicales, pero había muchas que se peleaban durante todo el viaje y seguían con la trifulca en el transcurso de caminatas por bosques feraces que terminaban a los pies de maravillosas cascadas. Se reía al recordar a un hombre que lisa y llanamente se tiró del kayac jurando que no seguiría compartiendo el bote con "esa mujer", y comenzó a nadar de regreso al sitio donde se había iniciado la excursión, que estaba a unos tres kilómetros río abajo... mientras la mujer siguió avanzando con el kayac ignorando el despliegue de su marido. Otro hombre, después de pelear con su mujer durante el paseo río arriba, cuando comenzaba la caminata por el bosque, hizo un aparte con el guía y le pidió que acelerara el paso para dejar atrás a la esposa y, de ser posible, perderla. Otra de las parejas terminó peleándose con los remos cuando todavía estaban en el kayac. Una mujer rehusó regresar en el mismo kayac que el marido, quejándose de que él no remaba con suficiente vigor, cargándola con el esfuerzo de mover el bote. Otra, furiosa, acusó al marido de no seguir, a propósito, las instrucciones precisas que ella le daba con respecto al ritmo y la profundidad de las paladas.

 

¡Qué desafío compartir un kayac! El que se ubica en el asiento de atrás, que por lo general es el hombre (los kayacs están construídos de manera tal que el asiento de atrás tiene más espacio para las piernas), controla los pedales del timón por ende, su función consiste en guiar la canoa. Esta ubicación le brinda la posibilidad de adaptar su ritmo de paladas al que lleva la persona ubicada adelante, pero al mismo tiempo reduce su visibilidad, dado que la persona que está adelante ocupa el centro del campo visual de la de atrás. Quien se sienta adelante, que por lo general es la mujer, ve mejor hacia dónde se dirige el kayac y si hay algún obstáculo flotante inesperado, tiene menos percepción visual de los movimientos del compañero y por lo general, tiene menos masa muscular para reaccionar en caso de emergencia y, desde luego, no tiene acceso alguno al control del timón.

 

Cabe agregar que, dada la disposición de los asientos, quien se sienta atrás tiene más probabilidad de golpear con los remos (accidentalmente o no) a quien está adelante que a la inversa, y ambos tienen las mismas posibilidades de salpicar al otro (accidentalmente o no) realizando algún movimiento torpe.

 

En síntesis, los kayacs dobles parecen haber sido diseñados como un experimento por un investigador social brillante y algo perverso, con el objeto de estudiar el "dilema del prisionero" en acción.

 

Descartando la tentación de construir kayacs dobles con un diseño novedoso para su flexibilidad y reducir las conflagraciones entre géneros, dada la configuración actual, la distribución ideal de las tareas parece ser:

 

Quien está en el asiento delantero se ocupará de marcar el ritmo de las paladas y de mantener el rumbo del kayac pero modificará su ritmo cuando el otro se lo solicite;

 

Quien se sienta atrás, se ocupará de la dirección general del kayac pero tomará medidas de emergencia cada vez que el otro se lo instruya ante la repentina aparición de un obstáculo y calibrará sus movimientos adaptándose a los del que está adelante;

 

Ambos compartirán la labor de propulsión en proporción a su masa muscular ...y, de ser posible, ambos disfrutarán del paisaje y de la experiencia en compañía del otro.

 

Pero en la vida cotidiana (¡incluso en Kauai!), los hechos y las circunstancias están multideterminadas, y se ven afectadas sólo parcialmente por un entorno bucólico. ¿Y si uno fuera una de esas personas que dan instrucciones desde el asiento del acompañante? ¿O, como se dice en la jerga de la toxicomanía, si fuera codependiente? O, para ser más precisos, supongamos que se olvidaron el repelente de insectos o el bronceador. Para empezar, ¿quién era el que tenía que acordarse de llevarlo (según la opinión de cada uno, -que quizá no coincida-)? Supongamos que, para uno de ellos, hace demasiado frío o demasiado calor o el asiento es demasiado duro. Para empezar, ¿a quién de los dos se le ocurrió hacer esa bendita excursión en kayac (según la opinión de cada uno -claro-)?.

 

O quizá la noche previa a la excursión uno de los dos quiso hacer el amor, pero el otro lo rechazó o sencillamente no detectó algunas señales sutiles al respecto, o no tenía ganas, o estaba tan cansado que no se dio cuenta, o se quedó dormido antes de que el otro pudiera desplegar con claridad las señales de interés. Al día siguiente, aquél que fue despreciado quizá cargue con cierta frustración residual, o resentimiento, o vergüenza que, cuando aflora en su comportamiento, es considerado por el otro como una muestra desconsiderada de mal carácter sin razón y, a su vez, comienza a sentirse molesto. ¿Y si el marido es un macho latino que rehúsa aceptar sugerencias o compartir responsabilidades, pues siente que cada contribución que ella hace constituye un desafío a su virilidad? ¿Y si ella es una feminista hecha y derecha, y siente que cada movimiento que él realiza constituye un intento de subyugación? ¿Y si suceden ambas cosas?.

 

Pues sí, mujeres y hombres compartimos el kayac de la vida, y las salpicaduras se están tornando cada vez más explícitas, lo cual acarrea el riesgo cada vez mayor de que la canoa se dé vuelta. ¿Es que las personas que ocupan los asientos de adelante se están rebelando por haber soportado una carga con un peso excesivo que les empaña los placeres potenciales que brinda el paseo? ¿Es que los que ocupan el asiento de atrás se están volviendo más débiles, o más dóciles, o más sensibles y comprensivos, o los ha vencido la mera fuerza y solidaridad de quienes ocupan el asiento de adelante?

 

¿Es que el diseño del kayac cambió de manera insidiosa durante los últimos 100, 400 o quizá 10.000 años? Lo que sigue, es un intento de responder a dichos interrogantes.


Anonymous

Anónimo

23 Aug 2011 - 02:46 pm

parece que para que funcione una relacion de pareja primero hay que pasear en kayac, si el paseo es un exito, maravilloso sino olvidese de la pareja.........

Anonymous

Anónimo

24 Aug 2011 - 12:50 am

Pasear en un Kayac o pasearse en el kayac, muy bueno.

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